Culturas urbanas en ciudades latinoamericanas. Nuevas y antiguas miradas. Ensayos
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Resumen
La ciudad ha ocupado un lugar central en la construcción del pensamiento social moderno en toda la cultura occidental. Ella ha encarnado el espacio privilegiado para la constitución de lo político, del orden social y económico, de las instituciones, de la monumentalidad y del arte que expresa su proyección en el tiempo. Ha escenificado, por tanto, distintos ideales de la modernidad capitalista, ya sea en su variante industrial o en la global y neoliberal. Sin embargo, la ciudad también ha sido la instancia predilecta para, a través de las sociabilidades que hace posible, cuestionar colectivamente esos ideales y generar nuevas alternativas, reinventando formas de ciudadanía y participación política. En América Latina, la ciudad como materialidad, como idea y como escenario político, es el artefacto cultural que inventa e instala, a veces dolorosamente, la modernidad. No hablamos de las ciudades ancestrales que, por cierto, precedieron a nuestras ciudades modernas, sino de aquellas ciudades coloniales que operaron como enclaves y trofeos del viejo mundo; o de las ciudades republicanas que configuraron con sus trazas y arquitectura monumental las naciones imaginadas; o de las ciudades como polos de desarrollo y progreso que promovieron la violenta “aculturación” de masas campesinas a la manera de la “civilización urbana”. Lo cierto es que, en la conformación de las culturas y el pensamiento social latinoamericano del siglo XX, el debate sobre lo urbano, y sobre la representación social de la ciudad y las posibilidades de emancipación que promueve, ha ocupado un sitial central.
Este número especial de Revista Persona y Sociedad es una invitación a pensar en claves de pasado y presente nuestras ciudades latinoamericanas del siglo XXI, territorios marcados por la desigualdad, la expoliación de derechos, distintos tipos de violencias, la mercantilización y modelos económicos que privilegian los grandes intereses transnacionales. Paradójicamente, nuestras ciudades, mientras se visten de nuevas diversidades culturales, se homogeneizan en su estética de fronteras, cordones de miseria, enclaves de riqueza, carreteras y proyectos inmobiliarios. Nos enfrentamos así a contradicciones y fracturas que permean nuestras ciudades en sus memorias colectivas, en sus maneras de construir, habitar y transitar, y que nos hablan de procesos que nos son propios y a la vez comunes a otras ciudades del planeta. Tales contradicciones y fracturas, sin embargo, no son completamente naturalizadas ni están totalmente anquilosadas en el tiempo. Tal como observamos en Buenos Aires en 2001, en La Paz en 2003, en São Paulo en 2011 o, recientemente, en Quito y Santiago en 2019, los residentes urbanos responden creativamente a la desigualdad. No solo abren nuevas oportunidades de movilización, sino que también ensayan nuevas alternativas políticas, expanden nuestro entendimiento de los derechos y redefinen los criterios de membresía de los modelos de ciudadanía. Las ciudades y sus transformaciones, en definitiva, nos hablan de cómo los ciudadanos, en su relación con los Estados nacionales, buscan responder imaginativamente a un dilema central de la sociedad moderna: cómo administrar el problema de la pertenencia a la comunidad política a través de distintas formas de representación.
La invitación de este número de Revista Persona y Sociedad fue convocar a la comunidad científica a publicar ensayos que den cuenta de los nuevos diálogos, los nuevos debates que puedan crear vínculos y tender puentes entre nuestras ciudades. En esa línea, nos interesa plantear algunas preguntas para la reflexión conjunta. Entre ellas: reconociendo el lugar que ocupa la ciudad como objeto de interés en la cultura, la política y la economía latinoamericana, ¿cómo y quiénes piensan y hacen la ciudad del siglo XXI? ¿Qué elementos de este pensamiento y de estas representaciones impactan e inciden en las transformaciones urbanas de las ciudades latinoamericanas? ¿Qué es lo nuevo en nuestras ciudades latinoamericanas del siglo XXI? ¿Qué es lo antiguo? ¿Cuáles son las especificidades de nuestras ciudades en este siglo? ¿Cuáles son sus fronteras, cuáles sus dependencias? ¿En qué dialogan las ciudades latinoamericanas? ¿Cuáles son los silencios y los vacíos en este diálogo?
La invitación fue, también, a recuperar la escritura ensayística, esto es, una escritura amable que, siguiendo la tradición latinoamericana consolidada las primeras décadas del siglo XX, permita una narrativa interpretativa y conceptual que, distanciada del positivismo, abra líneas comprensivas sobre la cultura urbana. Compartiendo el estatuto ambiguo del ensayo como género literario, nos interesa esta ambigüedad en tanto permite un modo de escritura teórica en el límite del rigor. Como bien advierte Gabriel Castillo en Las estéticas nocturnas: ensayo republicano y representación cultural en Iberoamérica y Chile (2003), el ensayo supone una alternativa al texto que se pretende científico, metódico, erudito, profesional, académico, sin negar la posibilidad de que este último pueda siempre a su vez ser cuestionado por un referente que lo vuelve ensayo de otro texto, y así sucesivamente. Pero el ensayo tenderá a extender sus posibilidades de lectura invocando libertad crítica e intelección intuitiva e inspirada.
Siete son los ensayos que, finalmente, fueron seleccionados para este número de la revista, cubriendo un amplio espectro de realidades urbanas desde México a Chile, pasando por el cordón de ciudades andinas. Tres son los grandes temas que se nos plantean y que ciertamente dialogan entre sí. A modo de introducción y marco de análisis, el ensayo de Eduardo Kingman instala la pregunta por el diálogo entre pasado y presente en las ciudades nuestras. En un segundo momento, dos trabajos, el de Raúl Olmedo y el de Gabriel Espinoza, abordan el problema de la vertiginosidad de las transformaciones en la ciudad contemporánea, a partir de los procesos de renovación urbana de la mano del mercado inmobiliario y sus consecuencias en términos de gentrificación. En esta misma línea, Mercedes González Bracco se pregunta por las transformaciones del imaginario del habitar a partir de los cambios en las subjetividades contemporáneas en la ciudad vertical. Finalmente, como tercer campo temático, Manuela Badilla y Felipe Ulloa reflexionan sobre el malestar social, la desigualdad en términos de género y clase social, y cómo tales realidades horadan las estructuras sociales y permean la vida cotidiana de los habitantes de la ciudad. Cierran este número temático, Matthew Caulkins, Mauro Fontana, Felipe Aracena y Mabel Cobos con su análisis de las movilizaciones y estallidos que hemos visto este último tiempo, para dar cuenta de lo que los autores anuncian como las utopías contrahegemónicas que se tejen en la ciudad.
Abre este ejercicio ensayístico el historiador y antropólogo quiteño Eduardo Kingman, preguntándose si se puede hablar de ciudades andinas. Desde el sentido común ciudadano, advierte, estas son percibidas como modelos fallidos de modernización y urbanización. Kingman, sin embargo, arriesga interrogar el pasado del presente y el presente del pasado de nuestras ciudades, admitiendo que, al igual que José María Arguedas, nunca se puede estar seguro de entenderlas. Buena advertencia para iniciar este dossier temático sobre las ciudades latinoamericanas. Y es que entender las ciudades es siempre “ubicarse en el cruce de temporalidades distintas, en el umbral entre el presente y el pasado, entre lo moderno y lo no moderno, como realidades y espacialidades yuxtapuestas, así como entre distintas regiones y entre la ciudad y el campo”. Las ciudades son, por definición, espacios de cambios y movimiento —debemos agregar—, lo que las hace aun más inasibles: “cambios relacionados con un pasado más o menos lejano, pero también cambios recientes, resultado del despliegue de la modernización y la modernidad contemporáneas”. No se puede estudiar una ciudad a partir de modelos, advierte Kingman, porque cualquier modelo, por fascinante que parezca, es reduccionista y no capta la dinámica real de los fenómenos. El presente y el pasado de una ciudad no pueden sino ser reconstituidos a partir de fragmentos e imágenes dialécticas, para entender hasta qué punto las perspectivas abiertas por ese acercamiento nos van a ayudar a comprender lo que somos como conglomerados sociales. En esta búsqueda de los fragmentos, el autor nos guía amablemente a través de las contradicciones en que las ciudades andinas se desenvuelvan, deteniéndose en cuatro ámbitos: la presencia del pasado; las relaciones campo ciudad; el predominante lugar de las ciudades en nuestro continente; y la vida cotidiana como espacio donde las formas de escamoteo, incorporación y transfiguración desde abajo logran sortear las directrices dominantes. En medio de estos trajines, los procesos de reinvención identitarios, celebra Kingman, son la otra cara de las grandes demoliciones provocadas por la renovación urbana y por la crisis social profundizada en estos días por la crisis epidemiológica.
En un segundo momento, tres ensayos reflexionan sobre la renovación urbana de la mano del mercado inmobiliario, la gentrificación y las transformaciones en el imaginario del habitar urbano. Raúl Olmedo trae a luz el caso de Airbnb en Ciudad de México, como ejemplo de economía colaborativa que deviene en una economía depredatoria a través de la turistificación de ciertos espacios de la ciudad. Aun cuando, en el discurso, Airbnb se sustenta en el compartir y en las asociaciones en red, lo cierto es que, en el caso de los arriendos, el resultado es la fragmentación de las viviendas con el solo objetivo de extraer rentas. A partir del caso de dos museos (Castillo de Chapultepec y Palacio de Bellas Artes), el autor problematiza el impacto de Airbnb en la resignificación de sectores del centro histórico, que se sintetiza en la expulsión tanto de vecinos como de las buenas prácticas vecinales, y de la buena memoria.
Para la ciudad de Santiago, Gabriel Espinoza problematiza los simulacros que se despliegan con los procesos de gentrificación, a partir de la observación del barrio Franklin, un sector comercial de origen obrero, conocido por sus galpones, la venta en calles y veredas de todo tipo de objetos y artefactos, de primera y segunda mano. El autor interroga a esta clase de pasado obrero y cómo sus actividades e intercambios han devenido en simulacro y teatro. En el paso del “cachivache” a la “antigüedad”, no solo la clase obrera desaparece y se recubre de nuevas significaciones simbólicas; también el espacio barrial se privatiza, se encarece y echa a sus antiguos habitantes. Concluye el autor señalando que esto no implica que toda expulsión sea espacial en el plano topográfico, sino que estas también operan a un nivel capilar en el plano de lo simbólico.
En una línea similar, pero para la ciudad de Buenos Aires, Mercedes González Bracco profundiza en los cambios en el imaginario del habitar de las clases medias porteñas desde la segunda mitad del siglo XX, hasta la actualidad. En tal sentido, propone una lectura de sus continuidades y rupturas para caracterizar la emergencia de las clases medias. Señala al respecto cómo su imaginario del buen vivir estuvo dominado por la idea del “departamento tecnificado”, para luego sufrir un deslizamiento hacia la “casa sensible” como nuevo parámetro de legitimidad en la construcción del espacio doméstico y espacio de satisfacción personal. En cada uno de estos desplazamientos, apunta, el papel de los medios de comunicación y el mercado inmobiliario ha sido central. Hoy en día, agrega, tal deslizamiento también se observa en la actual legitimación de estilos de vida vinculados al “mercado de la casa” y opciones como los barrios cerrados suburbanos y las torres jardín en la ciudad.
En una tercera línea temática están los ensayos sobre la desigualdad y el malestar social, demostrando, como bien nos recuerda Kingman, que la multitud no es necesariamente equivalente a desorden ni siquiera en momentos de grandes movilizaciones sociales. Pero, como lo exponen estos tres ensayos sobre la ciudad de Santiago, en estas expresiones públicas a menudo se incuban las profundas violencias e inequidades de nuestra sociedad desigual.
Felipe Ulloa problematiza en torno a las significaciones que construyen jóvenes mujeres universitarias en las calles de Santiago. Desde el inicio de su ensayo advierte sobre los altos niveles de violencia que ellas perciben en la vida cotidiana, donde el género se articula como una fuente constante de malos tratos. En estos términos, la investigación permite reconocer el carácter multidimensional y problemático de las desigualdades espaciales y de la movilidad cotidiana urbana para las jóvenes. Así, el autor señala que aun cuando las calles son definidas por las jóvenes mujeres como espacios de libertad y donde se manifiesta lo diverso, también en ellas se puede ser víctima de amenazas. Una ciudad ambivalente, que es peligrosa, pero que también da placer, y donde, paradójicamente, las jóvenes mujeres se ven y se levantan como sujetas de derecho. Desde la sociología de la individuación, el ensayo demuestra cómo las jóvenes universitarias se producen activamente en tanto que sujetos frente a los límites que imponen las condiciones estructurales. La calle, en conclusión, tiene importantes efectos para la constitución de sujeto de las mujeres jóvenes, a la vez que invita a ser repensada y reconstruida como espacio de libertad, de derechos, de igualdad entre géneros, de encuentros con otros.
El ensayo de Manuela Badilla analiza, para la ciudad de Santiago, un modo de recordar, de construir memorias, que distingue la periferia urbana del resto de la ciudad. Son memorias que se construyen en los espacios periféricos, marcados por la desigualdad y la segregación. Estas otras memorias son levantadas por jóvenes que desafían el pasado hegemónico desde su experiencia de segregación, de distancia, a la que se suma la de estar de paso. Son memorias urbanas efímeras, que intentan “seguir el rastro y ritmo de los residentes, así como el cambio acelerado del escenario urbano”. Las acciones por medio de las cuales se conmemoran distintos hitos pueden durar semanas o desaparecer inmediatamente, son memorias fugaces en las que la calle aparece como el lugar predominante. La autora rescata el potencial del concepto de memoria urbana, en especial después del levantamiento social iniciado el 18 de octubre de 2019, periodo que ha movilizado la significación del territorio, sus demandas y sus sentidos de pertenencia. Hacer memoria pos 18 de octubre mostró ser parte de los repertorios de acción de los jóvenes de la periferia de Santiago, fortaleciendo vínculos generacionales y estrechando sentidos de pertenencia, haciendo del espacio periférico un lugar con identidades y demandas propias.
Finalmente, cierra este número de Revista Persona y Sociedad el ensayo sobre la revuelta social que se inició en octubre de 2019, en Santiago de Chile y, específicamente, en la ahora bautizada Plaza Dignidad. En este ensayo, Matthew Caulkins, Mauro Fontana, Felipe Aracena y Mabel Cobos plantean que, a partir del estallido social, es posible dar cuenta de la ciudad como soporte y escenario de conflictos políticos; pero también de la ciudad como un territorio que se construye y resignifica constantemente. La disputa por la apropiación del espacio urbano cobra un sentido en sí mismo —más allá de las demandas sociales que enuncia—, pues es la manifestación de distintos territorios que están en construcción y en conflicto. Qué elementos permanecen, cuáles se reutilizan, cuáles se destruyen o cuáles se resignifican, son clave para comprender los límites establecidos entre estos territorios que entran en conflicto y que constituyen parte de una misma ciudad. En este marco, se revisa un corpus de prácticas contrahegemónicas realizadas durante la revuelta social, tales como la expresión activa de los cuerpos, objetos y grafitis de los y las manifestantes. Para los investigadores, tales prácticas constituyen “recursos en la configuración material de nuevos territorios”. Concluyen al respecto que ellas son “utopías contrahegemónicas”, las cuales tuvieron como fin sitiar y poner en jaque el orden del espacio urbano hegemónico. Y con esto, también al proyecto hegemónico producido y mantenido por el Estado.
Finalmente, nuestros reconocimientos y agradecimientos a los evaluadores y las evaluadoras de los artículos, que de manera generosa permitieron que este número de Revista Persona y Sociedad saliera a la luz en óptimas condiciones.