La regeneración de la vida en los tiempos del capitalismo. Otras huellas en los bosques nativos del centro y sur de Chile Juan Carlos Skewes. Santiago de Chile: Ocho Libros, 2019 (266 pp.). ISBN13 9789563355109
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Resumen
Hace 23 años comenzó el peregrinar de Juan Carlos Skewes, antropólogo, por los bosques templados de la ecorregión valdiviana, por las lógicas de habitar de sus comunidades humanas, pero también por los conflictos ambientales que en ellas se producían, por el choque con este capitalismo a veces o siempre duro e impenetrable, al cual alude en La regeneración de la vida en los tiempos del capitalismo. Otras huellas en los bosques nativos del centro y sur de Chile (2019); libro que esperábamos, porque la reflexión de su autor sobre los bosques ha sido constante. En su calidad de antropólogo, se ha posicionado en los espacios humanos analizados de la mano de esa fiel etnografía, que siempre le acompaña y se ve reflejada en este libro, permitiéndole dialogar con el ecosistema, del cual son parte los hombres, mujeres y niños que llenan su relato. También hay que agregar que este texto registra su claro respeto y reciprocidad hacia los humanos que va encontrando en su peregrinar por las huellas de esos territorios.
Regenerar, dice la RAE, significa dar nuevo ser a algo que degeneró, restablecerlo o mejorarlo. A la vez, la regeneración alude a la reconstrucción que hace un organismo vivo por sí mismo de sus partes perdidas o dañadas. Humanos y árboles tienen esa posibilidad. Los humanos, a través de nuevas y/o ancestrales formas de habitar, establecer y repensar sus relaciones y cuidado con el entorno. El bosque, por su parte, lo hace siguiendo lógicas propias, que los antropólogos vamos poco a poco tratando de comprender, y en las que están involucradas raíces, sol, tierra, lluvia, junto a todos los otros factores bióticos y abióticos que difícilmente tomamos en cuenta, pero que están recogidos en este libro.
¿Podemos hablar entonces —en estos momentos— de la existencia de soluciones para una regeneración de la vida, como lo hace Skewes? Si consideramos esta posibilidad, ¿quiénes serían los encargados de producir este cambio? Claramente en el libro se propone a diferentes interlocutores para efectuarlo, describiendo la tarea de cada uno de ellos, pero relevando lo que el autor llama “ese acervo cultural predominantemente indígena” (p. 22).
Skewes alude al ecosistema del sur de Chile como un espacio integrado y de reciprocidad entre humanos y no humanos, en el cual todos sus actores son “felices culpables” de solventar esa vida, esa nueva vida que en nuestros tiempos se asoma desde diferentes convicciones; algunas, como las originarias sustentadas en 18.000 y más años de conocimiento y de sabiduría; otras, desde una compartimentada ciencia que necesita de esas tradiciones indígenas, y a la vez de la sabiduría popular donde buscar respuestas. Respuestas que deben necesariamente consensuar los conocimientos académicos con los locales, vinculando esa ciencia con la memoria de sus habitantes. Esta nueva vida demanda que ninguno de esos saberes sea considerado subalterno, conformando todos ellos un palimpsesto de significados que aportan a la memoria del territorio y reflejan la identidad ecosistémica de quienes lo habitan.
Lo interesante y novedoso es cómo Skewes logra reunir todas esas voces para tratar de comprender —antes de octubre de 2019— un paradigma neoliberal en crisis y lo que premonitoriamente en la conclusión nos adelanta: “... que todo es transitorio (...) también lo es el neoliberalismo. No sé lo que viene después, pero hay quienes porfiadamente hacen posible un después. Y no son, obviamente, las grandes empresas ni los grandes capitales que todo lo abandonan cuando deja de haber lucro en ello” (p. 234).
En paralelo al lanzamiento de su libro, Skewes escribe una columna de opinión en cooperativa.cl (noviembre 2019), donde señala: “los grafitis se rebelan, inundan la ciudad, rompen con la estética del mercado y de sus productos y personajes. Se toman los muros para encarnar la vida negada, para denunciar o para ironizar”.
Pero, ¿qué papel desempeñan los árboles en estas reivindicaciones? Desgraciadamente de manera muy tangencial en estos días, en que se raya, se proclama y se los invisibiliza en una estratigrafía formada por capas de otras urgencias o momentos en blanco de negación y pintura. En este universo, los árboles están ausentes. Algo cercano es la demanda por la libertad del agua, la necesidad de su nueva ley, pero no así la libertad de los árboles. Celco-Arauco pasó de moda, quizá porque los monocultivos entendidos como “Bosques para Chile” han calado hondo. Al fin y al cabo, para muchos, es verde, es el sur y... son árboles.
En ese sentido, quizá podamos ilusamente pensar que, para algunos, son los árboles duros y apellinados como el roble, imputrescibles como el alerce, de cortezas con exacerbados taninos como ulmos y lingues, los que son históricamente culpables, pues estaban y aún están allí. Por tanto, se les acusa de ser las llamadas materias primas, añoradas en tiempos de colonización, asociadas a explotación, búsqueda de riquezas, pero de la mano de la pobreza y de las desigualdades que ello produjo.
Cuán mal le han hecho al bosque algunas categorizaciones, construidas a través del uso indiscriminado de palabras que han ido mutando y adicionándose, como “recurso natural” o “materia prima” o lo falsamente “prístino”, insertas en las proclamas moderno-turístico-romántico-capitalistas que promueven la conservación del incalculable valor de una naturaleza no humana, pero que no están cercanas necesariamente a la percepción de la comunidad originaria en la que se insertan y que se encuentran reiteradas en el libro.
Más allá de cómo la estacionalidad ordena los ciclos de nuestra vida y de la naturaleza no humana, hay dos conceptos asociados a los árboles que pueden servir para entender la dinámica entre bosques y humanos: tocones y renovales. De los primeros, testimonios de una explotación muchas veces desmedida, emergen —a veces, solo a veces— los segundos, la vida a la cual alude Skewes. Pero ellos son posibles, en parte, por la acción y el permiso “de los propios seres humanos quienes, sin siquiera pensar en ello, han colaborado a la resurgencia del bosque” (p. 61). Resurgencia es una fascinante y profunda palabra, que nos lleva a recordar un símil presente en otras historias profundizadas por Skewes: los paisajes del agua y, dentro de ellos, los menocos, surgencias o manantiales originados por la aparición de agua subterránea, a la manera de fértiles raíces.
Skewes reflexiona en su libro acerca de diversos conceptos que paulatinamente va articulando Un ejemplo se da en el capítulo 4, en el que reúne categorías como monte y ruka, lo que le posibilita revisitar algunos conceptos que vienen desde lo forestal y la ecología, incorporándolos a una discusión más amplia. En este sentido, la reflexión que efectúa Skewes (pp. 125–154) se aproxima a otro concepto venido desde lo forestal: el de mosaico, que facilita transitar entre las ciencias naturales y la antropología, entre otras disciplinas sociales. Esa categoría puede ser entendida “a partir de la descripción e interpretación histórica de los patrones de ocupación del territorio de los pueblos originarios (...). Se trata de una categoría formada por parches de tamaño variable dominados por praderas, matorrales, áreas agrícolas, y asentamientos humanos resultantes de la eliminación del bosque” (Lara, Solari, Prieto & Peña, 2012, p. 14). En este sentido, se trata de la alternancia de bosques templados de la ecorregión valdiviana con tierras despejadas, descritas muy tempranamente, desde el siglo XVI, por autores como Camus (2002).
A partir de los relatos de sus habitantes, probablemente Skewes pediría ampliar el concepto de mosaico, dando cuenta de “una dialéctica entre el monte, la persona y la habitación” (p. 148), que permite que un monte descrito como apropiado, visitado, transitado y recolectado por las comunidades, sea incorporado a las tierras sin bosques densos históricamente habitadas, correspondientes a lo que llama una fase germinal. Es en este espacio mayormente domesticado, conformado por la vivienda (ruka), los cultivos (chacra), ganadería menor, la quinta, junto con los bosquetes o renovales cercanos como ecosistemas de recolección, donde se producen dinamismos interesantes a los cuales son traídas y atraídas paulatinamente especies arbóreas lejanas, volviendo a relacionar el bosque con la unidad residencial, en una fase madura del asentamiento (Figura 12, p. 150).
En definitiva, con su escritura, Skewes logra conformar felizmente un ecotono transdisciplinario, entendido como espacio fértil, abundante y ético, donde están reunidos conceptos y reflexiones que vienen desde los saberes locales de quienes han logrado “regenerar la vida en los tiempos del capitalismo”, a los que se suman las “huellas” que marcan las ciencias sociales junto a las ciencias naturales, todos en igualdad de condiciones.