Antonio Bentué (2012). Jesucristo en el pluralismo religioso. ¿Un único Salvador Universal? Santiago: Ediciones Universidad Alberto Hurtado.

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Felipe Orellana

Resumen

El libro plantea, “dentro del contexto de pluralismo religioso que de hecho existe hoy y del que hay mayor conciencia que antes” (p. 172), la cuestión tan antigua como la propia religión de por qué una opción debiera ser superior a otras; concretamente “¿por qué la opción cristiana debiera resultar más razonable que otra opción creyente, como puede ser la budista, la islámica o la zoroástrica?” (p. 15). Lo que persigue esta obra es enfrentar el cristianismo, a lo largo de su historia, con la diversidad religiosa. El autor desarrolla tal propósito recurriendo a una serie de teólogos y evidenciando cómo ellos han abordado el pluralismo religioso a través de la historia del cristianismo.


Si el diagnóstico, al menos desde la sociología de la religión, ha sido desde la década de 1960 enfatizar constantemente la pluralización de cosmovisiones, producto de la secularización de la omniabarcadora Iglesia católica medieval, que da lugar a que otras religiones se ‘disputen’ el espacio por ella dejado. También presenciamos la caracterización de las sociedades occidentales modernas como impregnadas de una secularización que se traduce en la apropiación individual de la religión, dentro de un contexto de variadas alternativas religiosas. Desde las teorizaciones clásicas de Berger y Luckmann se puede desprender que el pluralismo religioso es un fenómeno propiamente moderno, como se esboza en El Dosel Sagrado; modernidad, pluralismo y crisis de sentido o en La religión invisible. En otros lugares de su obra, sin embargo, Peter Berger afirma que “es, pues, discutible que el pluralismo religioso actual sea un caso único, tanto por su intensidad como por su dimensión” (2006, p. 34), pero en conjunto habría una tendencia, en estos representativos autores de la sociología de la religión, a datar el pluralismo religioso simultáneamente a la modernidad. Si la sociología de la religión da a entender que el pluralismo religioso es un fenómeno relativamente reciente, o al menos sus más destacados exponentes lo caracterizan de esa manera (crítica que se le ha hecho a Berger), la teología tiene claro que este es un fenómeno con algo más de historia. En este sentido, la obra de Antonio Bentué, desde sus inicios, muestra claramente cómo se interpreta la diversidad religiosa a través de las centurias.


El texto se inicia con la obra del teólogo belga Jacques Dupuis, quien estudió el cristianismo en diálogo con el hinduismo, como una forma de abordar la temática pluralista pero desligada del contexto de la modernidad, porque este autor se interna en la reflexión hinduista, pero no necesariamente a raíz de la pluralización religiosa occidental. Recurre a Dupuis para demostrar que el pluralismo es un derecho divino ya que expresa la voluntad salvífica de Dios mediante los diversos caminos que constituyen las diversas religiones.


En la primera parte, “El problema en el origen del cristianismo”, las apologéticas de Justino, Orígenes y Tertuliano son analizadas. El primer autor se decanta a favor del cristianismo debido a la fuerza de su mensaje, capaz de llevar a los cristianos al martirio y de rechazar las divinidades antropomórficas grecorromanas. La patrística, representada en Orígenes y su obra Contra Celso, responde a los ataques hacia el cristianismo y sus comparaciones con el paganismo dado que el Evangelio “por sí mismo impacta mucho más que las dialécticas de los griegos” (p. 45). Por su parte, Tertuliano analiza la situación religiosa en la Roma imperial, dado que existe libertad de culto para todos los ciudadanos del Imperio, por exóticas que fueran sus creencias, con la excepción de los cristianos que profesan la religión verdadera y que fueron perseguidos.


A continuación el autor se enfoca en la escolástica medieval y en la apologética de Anselmo de Canterbury, que a partir de una estricta racionalidad discursiva (“fe que busca inteligencia”) se plantea la temática de “¿Por qué un Dios hecho hombre?” (p. 54); asume esto como una réplica a los infieles que dudaban de la encarnación del Verbo e intenta mostrar que la naturaleza humana ha sido creada para gozar en cuerpo y alma de la vida eterna, con lo que esto sólo puede lograrse mediante la participación de un hombre-Dios.


Antonio Bentué también se detiene en el pensador mallorquí Ramón Llull, dentro de la apologética medieval y directamente desde el pluralismo religioso, ya que aborda la relación del cristianismo con otras religiones, mediante un representante de esta religión y en un diálogo con un judío y un sarraceno, en la obra El libro del gentil y los tres sabios, en la cual cada uno expone los fundamentos de su respectiva religión, pero en la que Llull finalmente no escoge una sobre otra. También incluye en la reflexión a Nicolás de Cusa y sus postulados de Jesucristo como el punto de unión del Absoluto con la multiplicidad de la humanidad o poligonía (multiplicidad de ángulos).


El capítulo III, titulado “El universalismo cristiano en América Latina”, se centra en la obra de Bartolomé de las Casas, como precursor del anticolonialismo y defensor de los derechos de los indígenas, y en la obra del jesuita José de Acosta, así como en la Teología latinoamericana de la Liberación. Antonio Bentué analiza la evolución del pensamiento de De las Casas y su rechazo a los excesos de los colonialistas y su trato inhumano con los indígenas; así como su doctrina de que si el cristianismo hubiera sido inculturizado de manera pacífica, “sin echarlo a perder con mezclas de otros intereses espurios y con procedimientos ajenos al auténtico mensaje de Jesucristo, la nueva tierra podría haberse convertido en una cristiandad feliz y renovada” (p. 81). La exposición sobre De Acosta muestra la necesidad de educar a los indígenas para introducirlos en la fe, aunque afirmando que los ignorantes al Evangelio serán condenados; con esto, el problema de la salvación de los ajenos a la tradición cristiana continúa sin solución en este autor y sólo queda educar a los contemporáneos, porque las generaciones precederas ignotas ya perdieron la salvación. La Teología de la Liberación se interpreta como una corriente que tiene sus orígenes en los dos autores recientemente citados y con una cristología entendida como criterio último de una praxis liberadora de los pobres, que pueblan el subcontinente, y que habría hecho el mismo Jesús de la historia. La búsqueda no se centra en la conversión de la gente, como pudo haber sido en De las Casas o De Acosta, sino en la conversión a la causa de los pobres y oprimidos.


El argumento del libro continúa con la teología moderna. Se inicia con el carácter absoluto del cristianismo que se desprende en autores como Ernst Troeltsch y que postula a las demás religiones como verdades relativas, mientras que el cristianismo constituye la forma religiosa perfecta y absoluta. Se revisa la teología de Karl Rahner, quien, con anterioridad al Concilio Vaticano II, había desarrollado la temática del pluralismo religioso a lo largo de cuatro tesis en sus Escritos de Teología. Primero, el cristianismo se comprende a sí mismo como la religión absoluta para todos los humanos; segundo, las otras religiones constituyen una dimensión creacional buena porque todo proviene del único Dios creador; tercero, si Dios quiere la salvación de todos los hombres, han de recibir la gracia de alguna forma, pero si ha decidido a Jesucristo como el único camino de salvación, las mayorías no cristianas deben tener alguna referencia real de él; y cuarto, reformula el aforismo de ‘fuera de la Iglesia no hay salvación’, porque ahora la Iglesia es la anticipadora históricamente perceptible, explícita y constituida socialmente de lo que el cristiano espera, aunque lo que él espera también está presente fuera de esta Iglesia. Se finaliza el capítulo con el teólogo protestante Wolfhart Pannenberg y su tesis de que el contacto entre el hombre y Dios es posible si este último se revela; para Pannenberg, la revelación de Dios es universal y abierta a todo aquel que tenga ‘ojos para ver’ y se representa en el acontecimiento de Jesús. Que existan personas que no quieren reconocer la importancia del Cristo o que pertenezcan a otra religión, no merma la verosimilitud de la expresión divina. En relación a esto último, aunque Antonio Bentué no hace alusión a la siguiente reflexión, se puede vincular la evidencia de Dios en Jesús para Pannenberg con la hierofanía por excelencia que constituye Jesús para Mircea Eliade, que es cuando Dios se representó a los mortales.


La parte final de la obra plantea cómo el mensaje de Dios es determinado por la precomprensión del receptor, situación que conocían los misioneros en el nuevo mundo, y si la situación de pluralismo religioso tiene un significado positivo o querido por Dios, retomando a Karl Rahner y su concepción del cristianismo anónimo –relacionado con la tercera tesis expuesta más arriba. Finalmente se concluye que la pretensión histórica del cristianismo, Jesucristo como el único mediador para todos los humanos y la transmisión de su mensaje por medio de la Iglesia, y su confrontación con tradiciones religiosas distintas, estaría atenuada o no entraría en un declarado conflicto por un “politeísmo cultural que deja a cada uno decidir, con el mismo derecho y la misma validez, su propia opción religiosa o no religiosa” (p. 193) y un cristianismo que debe “dejar de lado la tentación de imponerse a otras religiones recurriendo a mecanismos de poder (militar, social, económico, jurídico o incluso de marketing)” (p. 196).


El autor nos entrega una obra genealógica con respecto al pluralismo religioso. Si la sociología clásica de la religión hizo suyo el diagnóstico secularizador y pluralista inherente a la modernidad, Antonio Bentué nos entrega los elementos para interpretar estos fenómenos en perspectiva e identificar a los grandes pensadores cristianos –y protestantes– que han trabajado la temática. El discurso de la posmodernidad y su énfasis en la otredad, el individualismo y el tribalismo, el consumo y el hedonismo, han hecho afirmar a pensadores como Frederic Lenoir, Zygmunt Bauman o Françoise Champion que la apropiación religiosa contemporánea se realiza según la voluntad y los intereses personales, permitiendo una suerte de ‘bricolaje’ religioso en el cual cada uno adopta diversos elementos hasta construir una religión ‘a mi manera’. El anterior diagnóstico se ha convertido en un argumento recurrente en la sociología contemporánea de la religión, junto a las metáforas del mercado y el consumo aplicados a lo religioso. La obra de Antonio Bentué permite una reflexión en torno a cómo el cristianismo ha enfrentado la diversidad y –por qué no– constituye un derrotero que enlaza con la diversidad religiosa actual desde el pensamiento teológico. Por último, constituye un aproximamiento valioso a la comprensión del pluralismo religioso y conforma también un importante incentivo para abordar estas temáticas desde una perspectiva sociológica y en el contexto chileno.


Referencia bibliográfica


Berger, P. (2006). Cuestiones sobre la fe. Una afirmación escéptica del cristianismo. Barcelona: Herder.

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Cómo citar
Orellana, F. (2013). Antonio Bentué (2012). Jesucristo en el pluralismo religioso. ¿Un único Salvador Universal? Santiago: Ediciones Universidad Alberto Hurtado. Persona Y Sociedad, 27(3), 151,154. https://doi.org/10.53689/pys.v27i3.53
Sección
Reseñas
Biografía del autor/a

Felipe Orellana

Estudiante del MA en Religion in Contemporary Society, King’s College, Universidad de Londres.

Correo electrónico: forellanagallardo@gmail.com.