Teología de los signos de los tiempos latinoamericanos. Horizontes, criterios y métodos V. Azcuy, C. Schickendantz, E. Silva, eds. (2013). Santiago: Ediciones Universidad Alberto Hurtado
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Resumen
El acontecimiento eclesial del Concilio Vaticano II y en él el deseo de Juan XXIII de realizar un discernimiento de los signos de los tiempos (Cf. GS 4,11) ha significado el nacimiento de una teología más cercana a la realidad del hombre y del mundo. Desde este contexto es relevante el lugar que la Iglesia latinoamericana tuvo en las discusiones y decisiones conciliares desde la figura de Manuel Larraín, obispo de Talca o de Raúl Silva Henríquez. El primero, en la etapa final del Concilio (1965), había expresado lo siguiente: “si en América Latina no somos atentos a nuestros propios signos de los tiempos, el Concilio pasará por el lado de nuestra Iglesia” (p. 11). Desde esta afirmación, el libro que presentamos va articulando una teología que es fruto de la tradición de la Iglesia, pero posee en su formulación la creatividad de la fides quaerens intellectum en clave latinoamericana.
El trabajo se divide en tres partes: la primera, llamada “Horizonte hermenéutico”, la segunda “Claves y criterios de discernimiento” y finalmente “Mediaciones y métodos”. Inicia todo la introducción a cargo de Eduardo Silva SJ (p. 11-17) para finalizar el libro con la presentación de los autores y autoras y del índice analítico. Es relevante el hecho de que en el mismo trabajo coexistan reflexiones hechas desde lo masculino y desde lo femenino, lo cual también evoca el deseo que el Concilio tuvo de considerar a la mujer como sujeto eclesial y ahora como lugar desde el cual se desarrolla teología y discernimiento pastoral.
¿Por qué realizar una teología de los tiempos o de los signos de la presencia de Dios en América Latina? Porque se reconoce que “en América Latina se ha dado una recepción teológica creativa, original, selectiva, inacabada del Concilio, tal como en su momento lo pidieron nuestros pastores en Medellín” (p. 15). Desde las comunidades eclesiales de base se va pensando cómo una “Iglesia pobre” responde a las interrogantes del hombre y de la mujer de nuestra época y cómo dichas situaciones constituyen un soplo del Espíritu Santo en nuestro continente.
Ahora bien, para realizar una interpretación auténtica es necesario un método teológico el cual, y apoyado en el Magisterio Universal y latinoamericano, en la escucha de la Palabra de Dios y con la ayuda de “otras disciplinas, en particular de la filosofía y de las ciencias sociales” (p. 11) se pueda acoger el proyecto del Reino de Dios en la realidad pobre y creyente de nuestro continente. El aspecto metodológico del libro comienza con el “Horizonte hermenéutico” (parte I), en el cual se estudian los antecedentes y la recepción de la Constitución Pastoral Gaudium et Spes en América Latina. Este documento, único por su lenguaje (pastoral) y por la intención dialogante que la Iglesia quiere establecer con el hombre y el mundo, es en donde el Concilio habla de los signos de los tiempos a través del método del ver, juzgar y actuar iniciado por el movimiento de curas obreros en Francia. La originalidad de esta búsqueda teológica tendrá su continuación y recepción inacabada en la Conferencia del CELAM celebrada en Medellín en 1968, en donde los Padres Sinodales nos invitaron a leer la realidad del continente a la luz del mismo Concilio. Fue en dicha reunión que la pobreza fue identificada como el gran signo de los tiempos latinoamericanos. La “recepción inacabada” supuso “penetrar el proceso de cambio de valores evangélicos, la transformación y la aspiración al desarrollo” (p. 110). El “nuevo Pentecostés” experimentado en el Continente favoreció el nacimiento, casi inmediato, de la Teología de la Liberación.
En la segunda parte del libro, “Claves y criterios de discernimiento”, se vuelve a la llamada “Teología de la historia”, la cual “persiste como uno de los grandes desafíos para este siglo” (p. 130); esto, porque exige la consideración de que Dios va actuando y salvando en los acontecimientos temporales e históricos. La realidad nos habla de Dios y es esa misma realidad la que hay que transformar. Este discernimiento es uno que debe realizarse en clave pastoral, la cual nos dice que “para ser capaces de entender e interpretar la gramática y semántica de la palabra Dios, debemos estar dispuestos a dejarnos alcanzar por la acción divina en la historia y el mundo, con lo que la teología es eminentemente interpretación del tiempo” (p. 150). Ahora bien, ¿cuáles son dichos criterios para interpretar la realidad a la luz de los signos de los tiempos? E. Silva propone una hermenéutica que a la luz del Evangelio interprete la realidad latinoamericana, la cual está fecundada de múltiples sentidos y que han convergido en praxis éticas y políticas, especialmente en las propuestas de la Teología de la Liberación, del catolicismo social del continente y de lo escatológico unido a un lenguaje teológico que signifique las aspiraciones de las comunidades populares de América Latina. Todo esto viene a dar sentido al seguimiento de Jesucristo, signo y criterio del acontecer de Dios.
La tercera parte (“Mediaciones y métodos”) viene a recuperar el sentido público de la teología de los signos de los tiempos, el cual aporta mediaciones socioanalíticas que permiten interpretar el paso de Dios por nuestra historia cotidiana. A las comunidades creyentes se les invita a “aprender a ver” aquellas zarzas que arden sin consumirse, como sostiene poéticamente C. Bacher (p. 389). El discernimiento de los creyentes será uno que venga a responder a la Revelación de manera de ser “reconducidos a la fuente originaria de la empatía con Cristo donde participan de sus sentimientos” (p. 306). Se presentan finalmente dos opciones metodológicas, a saber, los relatos de vida de personas comunes que han hecho experiencia de Dios en sus luchas por una vida buena y por otra parte el aporte de los estudios de caso realizado en clave teológico-pastoral, método que
permite que una experiencia particular ponga en evidencia aspectos de la Palabra de Dios que aún no se han comprendido plenamente y, en el caso de las prácticas cristianas, ayudar a que la fe del pueblo se exprese más claramente, manifieste las riquezas del sensus fidei y dé frutos abundantes. (p. 394)
Esta cita final viene, a mi juicio, a sintetizar todo el proyecto teológico de la lectura de los signos de los tiempos. La invitación a escuchar y ver el paso de Dios por nuestra historia mundial, continental y de país, se nos da como vocación y misión en pos de la transformación de nuestro contexto vital.