Una reseña de cuatro libros fundadores de los estudios de memoria.

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Bradley Hilgert

Resumen

Desmemoria y perversión: privatizar lo público, mediatizar lo íntimo, administrar lo privado. Fernando Blanco (2010). Santiago: Cuarto Propio.


State Repression and the Labors of Memory. Elizabeth Jelin (2003). Trad. Judy Rein y Marcial Godoy-Anativia. Minneapolis, MN: University of Minnesota.


Crítica de la memoria (1990-2010). Nelly Richard (2010). Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales.


Pasado y presente: guerra, dictadura y sociedad en la Argentina. Hugo Vezzetti (2009). Buenos Aires: SigloVeintiuno Ed.


 


La ‘primavera árabe’ y las protestas y manifestaciones del movimiento Occupy Wall Street han llamado la atención sobre los fracasos y límites del sistema liberal dentro del cual nos encontramos. Estos movimientos hacen visible que la violencia ha sido una parte integral del neoliberalismo, ya que el proyecto neoliberal entró en muchos países latinoamericanos con lo que ahora llamamos Estados perversos, Estados criminales y Estados de terror. La cuestión de cómo representar este acontecer violento ha sido debatida en los estudios de memoria, especialmente en el Cono Sur. Pensar en cómo representar este pasado puede guiarnos en nuestro presente donde los principios del liberalismo están en jaque a nivel mundial, a la vez que nos puede iluminar sobre las demandas y las injusticias que subrayan los indignados del siglo XXI.


Cuatro libros claves sobre la memoria que vienen del Cono Sur son State Repression and the Labors of Memory de Elizabeth Jelin; Pasado y presente: guerra, dictadura y sociedad en la Argentina de Hugo Vezzetti; Desememoria y perversión: privatizar lo público, mediatizar lo íntimo, administrar lo privado de Fernando Blanco; y Crítica de la memoria de Nelly Richard. Estas cuatro obras son importantes no solo para alguien que hace estudios de memoria o estudios latinoamericanos, sino para cualquier persona que estudia cultura y el mundo moderno. Estos autores no solamente cuestionan cómo recordar y representar el pasado, sino que también nos ayudan a pensar en cómo construir una sociedad más justa y democrática.


State Repression and the Labors of Memory de Elizabeth Jelin sirve como base para el estudioso de la memoria, estableciendo los términos y las categorías del campo y destacando el debate entre la memoria y la historia. La memoria existe en el presente y es el vínculo entre los eventos del pasado y el horizonte de expectativas para el futuro. Para Jelin, el trabajo de la memoria consiste en ser un agente activo en la transformación simbólica y la elaboración de los significados del pasado. En este sentido, la memoria entra en posible conflicto con la historia, la disciplina académica que reconstruye el pasado ‘científicamente’. Sus definiciones del emprendedor de memoria, la memoria literal y la memoria ejemplar nos señalan que hay una heterogeneidad de memorias sobre cualquier evento del pasado. Con estos conceptos podemos acercarnos a los proyectos políticos de los emprendedores de memoria y criticar la oficialización de la historia y la memoria.


Con una mirada hacia las resignificaciones del pasado dictatorial en el Cono Sur, Jelin destaca cómo los emprendedores de memoria en Argentina (grupos colectivos, instituciones y activistas) abogan por sus propias versiones del pasado. Aunque Jelin vacila en su posicionamiento entre la memoria y la historia, el tercer y cuarto capítulo de su libro sirven como una excelente introducción al debate y constituyen una impresionante aclaración del concepto de la memoria y la memoria social. El planteamiento de Jelin respecto a que la memoria es un campo de batalla, su forma de descentrar el debate sobre la memoria y darse cuenta de las memorias dominantes y hegemónicas, junto con su propuesta para el trabajo de la memoria, contribuyen a la valoración del libro como fundamental en el campo de los estudios de memoria. El texto de Jelin deja en claro por qué hay que narrar el pasado y los acontecimientos traumáticos, las dificultades y la potencia de estas narraciones, y cómo la memoria ayuda en el proceso de working through.


El segundo libro que comentamos aquí es Pasado y presente: guerra, dictadura y sociedad en la Argentina, de Hugo Vezzetti, obra que se acerca al pasado traumático argentino. Vezzetti continúa en la misma línea de análisis que el libro anterior y elabora la hipótesis de que hay una conexión fuerte entre la memoria y la justicia. Es decir, para Vezzetti, la memoria conforma un tipo de resistencia y justicia retroactiva que siempre intenta hacer conocer una verdad y enfrentar los silencios y las falsificaciones de los hechos. Así, la memoria ayuda a una sociedad en la reconciliación de sus heridas sociales. Sin embargo, Vezzetti también señala los límites de la memoria y aboga por un tipo de precaución frente a ella. El último capítulo de su libro examina varias narraciones que producen memoria y que demuestran las implicaciones del presentismo de la memoria. La producción de memoria es una reflexión acerca del contexto sociopolítico-ideológico actual. Entonces, la memoria siempre es múltiple y variable. Por eso, los estudios de la memoria son importantes para interrogar e interpretar memorias, alejándonos de los proyectos políticos y de los abusos de memoria. Además, el autor señala la capacidad positiva de la memoria para reclamar justicia e indica los límites y posibles abusos de memoria que surgen con esta facultad falible.


El punto más fuerte y útil del libro es su teoría de los ‘dos demonios’. En el contexto del terrorismo del Estado argentino, Vezzetti explica que no hay un lado culpable, sino una sociedad entera que tiene que llevar la culpa, por lo que ni es suficiente reducir la culpa ni atribuírsela a los ‘dos demonios’ –el Estado y los guerrilleros. El imperativo de la memoria nos obliga ver cómo fueron posibles los acontecimientos de la guerra sucia para revelar lo que Vezzetti denomina la culpa colectiva. El Estado argentino usó el binario del Estado/subversivo para ocultar y borrar la culpa colectiva, y esta narrativa, que convierte al subversivo en enemigo, un ciudadano abyecto, también influye en las representaciones del pasado. El Estado utilizó esta narrativa con motivos de seguridad nacional para que la sociedad permitiera la violencia opresiva presenciada en los años 70. La teoría de los dos demonios, el concepto de la culpa colectiva, la revelación del binario Estado/subversivo para acciones de seguridad nacional, y las conexiones entre estas y las formas de representar el pasado siguen siendo importantes para la reconciliación de la sociedad argentina, como también son importantes en el contexto de un mundo donde grupos de ciudadanos que se reúnen para declarar ‘somos el 99%’ y reclamar las injusticias del neoliberalismo se han convertido en terroristas y enemigos del Estado.


Nelly Richard, en su libro Crítica de la memoria, nos mueve de Argentina a Chile para seguir hablando de la memoria. El texto de Richard es una crítica a la oficialización de la memoria, en la que el mercado y el Estado han sido las dos fuerzas principales en este proceso de oficialización. Richard denuncia la propuesta de ‘desmemoria’ del mercado neoliberal y propone que la memoria ‘oficial’ o ‘institucional’, articulada por los gobiernos de transición, ha traicionado las memorias de lo ocurrido con la dictadura de Pinochet y reprimido otros discursos de la memoria. En Chile, el consenso como herramienta de reconciliación ha excluido y marginado a los que no comparten la memoria oficial, especialmente a las víctimas y los que sufrieron durante la dictadura. El debate público sobre la memoria en Chile, entonces, es simplemente una manera de lograr un tipo de perdón simbólico para ‘olvidar’ el trauma y para seguir adelante, especialmente para tener un país y una sociedad donde pueda funcionar el sistema capitalista neoliberal. Mientras el Estado construye una memoria oficial, el mercado reduce la memoria a una mercancía. Richard sostiene que el arte, la literatura y la crítica son archivos alternos que combaten esta desmemoria del Estado y mercado, y que deben ser incluidos en el discurso nacional de la memoria chilena.


Un punto muy interesante en esta obra es la crítica del consenso. Richard tiene éxito en cuanto demuestra cómo los intentos para lograr la reconciliación nacional resultaron en una memoria ‘consensuada’ que implicaba una borradura de los conflictos. La autora claramente argumenta en contra de este consenso impuesto sobre toda la sociedad a través de los medios de comunicación. Pensando en las propuestas de Jelin y Vezzetti sobre la importancia de la memoria en la formación de una identidad colectiva, se nos hace difícil pensar en cómo formar una colectividad si no hay consenso en la memoria colectiva. Lo que me parece que hay detrás de la premisa de Richard es una propuesta radical para otro tipo de colectividad, una que se acerca a la idea de semejanza-en-diferencia, planteada por Walter Mignolo en su excelente libro Local Histories/Global Designs. Coloniality, Subaltern Knowledges, and Border Thinking (2000). Según esta idea, lo que comparte la colectividad es la diferencia y la tolerancia frente a las diferencias. Al pensar en Chile, un país dividido sobre cómo recordar el pasado traumático, y donde la memoria consensuada y oficial ha excluido a un grupo de chilenos, puede resultar muy fructífero desarrollar una teoría sobre las posibilidades de este tipo de colectividad.


Finalmente, el libro de Fernando Blanco sigue muy bien el de Richard, ya que estudia ejemplos del arte y la literatura que hacen precisamente el trabajo que ella propone. Su texto nos explica las consecuencias y resultados de la memoria oficializada que Richard nos plantea. Para Blanco, la memoria es importantísima para la reconstrucción del lazo social, algo que fue roto en la dictadura de Pinochet y con la transformación de Chile en un Estado neoliberal. Blanco centra su crítica en los sujetos que no caben ni en el discurso oficial ni en el antidiscurso de Richard. Afrentados con su realidad nación-mercado neoliberal y un imaginario de Chile configurado por la memoria oficial, estos sujetos contemporáneos buscan nuevas formas de articular su subjetividad. La falta de una ideología unida, la desmitificación de la autoridad y el colapso total de lo privado en lo público resulta en la emergencia de nuevas maneras de subjetivación y nuevas moralidades sociales, especialmente en la forma de adolescentes perversos y deshistorizados.


El término lacaniano de perversión sirve para explicar estas nuevas formas de subjetivación. El concepto de perversión es pertinente, ya que justifica el fenómeno de la variabilidad del lazo social evidente en Chile en el contexto de la discursividad neoliberal. Es decir, Blanco afirma que el sujeto colectivo ha colapsado en el Chile de la transición y en su lugar comienzan a repetirse configuraciones en las que sujeto, ley y lazo se hayan alterados. Es solo con la utilización del concepto del perverso que se puede entender la nueva relación del sujeto con lo simbólico y lo imaginario durante sus procesos de identificación. En vez de recoger las memorias olvidadas, los ejemplos del libro nos muestran a sujetos completamente desvinculados del bien colectivo y con tendencias extremas a lo individual. Así, la subjetividad es mediada por la perversión, ya que el sujeto no la encuentra posible encuadrar con los modelos culturales estatales y oficiales para su individuación.


En conclusión, incluidos estos cuatro libros en la misma lectura, nos dan una panorámica de cómo pensar y representar el pasado. Con Jelin aprendemos las categorías y terminologías necesarias para pensar en la memoria, un campo de batalla y un vacío dialógico. Vezzetti contribuye con su teoría de los dos demonios y la culpa colectiva, ejemplificando la subjetividad y señalando los límites de la memoria. Richard nos revela el proceso de oficialización e institucionalización de la memoria en Chile y nos da algunas pistas sobre cómo pensar una colectividad más abarcadora y justa. Por último, Fernando Blanco analiza las consecuencias de la desmemoria en el contexto chileno, especialmente las nuevas subjetivaciones y la perversión, y subraya la importancia de la memoria en la construcción del lazo social.


Todas estas obras nos hacen ver lo significativo y urgente que son los estudios de memoria, algo que nos ayuda a entender nuestra situación contemporánea, especialmente las violencias e injusticias del neoliberalismo. Estos libros y los estudios de memoria son capaces de ofrecernos una guía para construir un mejor futuro. Como bien dice Hugo Vezzetti,


si la memoria pública sobre la violencia, el terrorismo de Estado y la tragedia de los desaparecidos es el objeto de una lucha por las significaciones de un pasado que permanece vigente, activo, en el presente, es importante considerar su capacidad para mantener una relación de indagación, que reúna la rememoración y la intelección con vistas a un futuro diferente. (Vezzetti, 2009, p. 34).


Referencias bibliográficas


Mignolo, W. (2000). Local Histories/Global Designs. Coloniality, Subaltern Knowledges, and Border Thinking. Princeton, New Jersey: Princeton University Press.

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Cómo citar
Hilgert, B. (2012). Una reseña de cuatro libros fundadores de los estudios de memoria. Persona Y Sociedad, 26(2), 145,149. https://doi.org/10.53689/pys.v26i2.20
Sección
Reseñas
Biografía del autor/a

Bradley Hilgert

Profesor en Ohio State University.

Correo electrónico: hilgert.7@buckeyemail.osu.edu.